A GABRIELA MISTRAL




                      

                         Cuando yo era niño,
lo fui— de eso hace ya muchos años.
Me habría gustado descubrir tu tierra
guiado por tu mano.

Subir hasta la cima del Osorno,
sentir el frio de sus nieves,
contemplar su pureza.
De regreso, a través de la Puna
siguiendo el Camino del Inca,
beber el agua de las innumerables
fuentes, que descienden cantarinas
hasta lo más profundo de
sus valles. Atisbar a lo lejos
la esbeltez de las llamas
cruzando el altiplano.

Mientras, el Cóndor —guía de
nuestro viaje— cruzaría el cielo en
majestuoso vuelo.

                       Te pediría que me acompañaras
al salar de Atacama, allí, nos
extasiaríamos contemplando la
belleza de su inmenso paisaje,
sentiría mi propia pequeñez.

                       Celebrar vuestras fiestas,
                       con niños que se expresan en una
                       lengua extraña, desconocida para mí,
                       tu, al oído, me susurrarías que hablan
                       quechua. Compartir sus juegos,
romper la piñata, al son de la
música, cantar las mismas
canciones.

Saborear el pan recién horneado,
tierno y cálido como abrazo materno.



Pep López Badenas
Noviembre, 2011



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